Según fui encontrándome con los primeros avances de “Trinchera pop” de Iván Ferreiro (Warner, 2023) fui teniendo claro que iba a ser un disco enorme. Cuando por fin pude escucharlo en su totalidad, la grandeza del disco superó por completo todas mis expectativas.
No fui un gran fan de Los Piratas en los noventa, debo reconocerlo. Pero poco a poco el personaje Iván Ferreiro ha ido conquistándome, a base de mostrarse como una buena persona (demostrada en algunas apariciones televisivas) y a base de canciones. Acabé viéndole en directo en un festival, y fue otro de esos momentos en los que empiezas sin ninguna expectativa y la situación te sorprende y te deja con la boca abierta. Un concierto fantástico cuyas canciones coreaban a voz en grito señores de 50 años y chavalitos de 16. Un momento especial.
Permitidme que fuerce la comparación (forzada seguramente por muchas aristas), pero cada vez que escucho “Trinchera pop” me vienen al cuerpo las mismas sensaciones que “15.11.18” de Marco Maril: las sensaciones de encontrarme con un artista que se está abriendo en canal delante de mí, y que hace que sus confesiones sean mías también. Parece obvio que hay mucho de la persona Iván Ferreiro en “Trinchera pop”, de sus miedos, de sus dudas, de sus soluciones vitales, de su ciudad (que también es la mía). Y cuando un disco se construye desde esa trayectoria, suele surgir una obra maestra.
“Canciones para no escapar” nos sirve de prólogo, avanzándonos las cuestiones vitales con las que nos vamos a encontrar a lo largo del disco. “La humanidad y la tierra”, rabiosa y rítmica, nos pide volver a ser nuestro animal atávico. “Dejar Madrid” nos habla de un viaje lleno de ilusión. “En el alambre” es quizá un autoretrato, emocionante cuando uno se mira muy dentro. “Gran columpio” es un adagio nocturno, que habla de las dudas a la hora de decidir el camino a seguir. “Pinball” recuerda a los Golpes bajos más introspectivos. Y a partir de aquí vienen los momentos más emocionantes y maravillosos. “Los puntos de Lagrange”, hablando de desaparecer (y meterse quizá en una trinchera que nos oculte). “Miss Saigon”, una imponente fábula sobre la ciudad de Vigo y lo que nos duele a veces. “La gran belleza y la juventud”, otro punto de vista de nuestra estancia en la trinchera. Y finalmente, a modo de epílogo perfecto, “En las trincheras de la cultura”, una lúcida descripción de nuestra sociedad y la mejor justificación a la trinchera.
“Trinchera pop” es, como digo un disco enorme. Pero hay que destacar que es un disco maravillosamente escrito. Las letras escritas para el disco suponen una mirada tranquila a lo que nos rodea, una desesperanzada declaración de la necesidad de apartarse del ruido para poder ser una persona normal, y, sobre todo, la cruda confesión de un tipo que conoce el mundo que le rodea, que conoce su propio mundo y que sabe donde se está mejor en realidad.