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The no ones – My best evil friend

31 marzo, 2023
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“My best evil friend” de The no ones se va directo a la lista de nuestros discos favoritos del año. Y podréis decir que así es fácil, que con una reunión de nombres tan ilustres cualquier saca un bien disco. Quizá tengáis razón. Pero que sea fácil no quiere decir que no pueda ser bueno, y este disco lo es. Y mucho.

Los nombres que forman The no ones son de los que infunden respeto. Empezando por el que podría ser el lider del supergrupo (la música es compartida entre todos pero suyas son las letras), Scott MacCaughey, de Young fresh fellows. El espíritu de power pop guitarrero, de dulces melodías, estribillos mágicos y brillantes juegos de voces de los de Portland sirve de colchón a las canciones de The no ones, haciendo de hilo conductor y de amalgama para que todo el conjunto funcione. Seguimos con Peter Buck, aportando ese sonido ácido que fue seña de identidad del que fue el más importante grupo de pop del momento. La formación se completa con Arne K. Mathisen y Frode Strømstad, de los noruegos I was a king, representando a ese maravilloso pop nórdico que tanto nos gusta y de los que salió por ejemplo la gran Anne Lise Frøkedal.

El otro elemento principal de “My best evil friend” (Yep roc records, 2023) es la admiración de los cuatro por George Harrison. El disco casi es un homenaje (el bueno de George aparece en la propia portada), y el aroma particular del pop del difunto ex-Beatle se reparte casi por todo el disco, dejándose notar en sonidos, melodías y arreglos.

Así, el disco empieza con “KLIV”, la más harrisoniana de todas, que explota como si Harrison estuviera pasado de ácido. Otras canciones por las que se extiende la sombra del Beatle son “One night at the Filmore” o la balada “We are your band”. Luego, estribillos espectaculares como el de “304 Molino way”, muy Young fresh fellows; cancionacas con sonido R.E.M. como “Phil Ochs is dead” o “Band with no head”; baladas al estilo Big star como “Song for George”; enormes canciones de pop de guitarras como “Throwdown in Whispertown”; baladas al estilo Yo la tengo como “Time sent Lewis”; o ese perfecto estribillo final de “The after party”.

En definitiva, un discazo de pop de guitarras al que no se le puede poner ningún pero, que despliega calidad y respeto a los clásicos por los cuatro costados y que proporciona grandes momentos cada vez que lo escuchas. Puede parecer fácil, pero no lo es.