Durante unos años, hace unos 25, parecía que ningún disco nacional podría llamar la atención del público si no estaba producido por el británico Ian Catt. Cualquier grupo que se preciara de tener un determinado sonido, con el pop británico de los 90 en el punto de mira, tenía que probar la experiencia de grabar con el señor Catt, así que la frase “el nuevo disco de XXXXX contará con la producción del prestigioso Ian Catt” aparecía en una altísimo porcentaje de las noticias sobre nuevas grabaciones de nuestros grupos favoritos.
El inicio del prestigio de Ian Catt como productor se remonta a los primeros años de la década de los noventa, cuando firma un par de trabajos que con los años se convertirían en mito de la historia del pop y en referencia inevitable de un sonido que muchos grupos perseguirían después: el “Skywriting” y el “For keeps” de The field mice. Posteriormente, se convertiría en parte integrante de otro nombre mítico, Saint Etienne, produciendo sus discos, participando en sus grabaciones y acompañándoles en directo. Después, se convertiría también en el productor inseparable de Harvey Williams y sus Trembling blue stars.
Si solo estos tres nombres no os llegan para comprender el aura y el renombre de Ian Catt, atención a su lista de producciones: Fosca, Mikey Graham, Stars, Aberdeen, The school, The wake, The proctors… y un largo etcétera. En sus producciones nacionales podemos destacar sobre todo el “Mi vida en un fin de semana” de Nosoträsh, “Canciones de temporada” de Niza, “Un plato pequeño” de Jonipai, el disco de Whwn Nalda became punk para Pebbles records o, más recientemente, los discos de Die Katapult para Elefant.
Para ilustrar esta entrada vamos a escuchar una canción de Katmandú, proyecto personal del propio Catt que grabó un album en 1995.
