La chica arcoiris se adentra entre naves industriales y viejos edificios derruidos. El cielo se desploma amenazante y el bochorno se pega a la piel. Empieza a pensar que el morado es el color de las tormentas, pero en pocos segundos desecha la idea. Quizá a sólo dos calles pueda encontrar el bullicio de la gente de la ciudad, pero allí en ese callejón se siente sola. En Lincoln, Nebraska, todo el mundo se siente solo.